Haití, cuatro años a contracorriente
El tiempo pasa despacio en Haití. La ayuda, que parecía llegar de forma masiva al principio, ha llegado a la población con cuentagotas. Más de 170.000 personas viven aún en carpas instaladas en campos de refugiados mientras los ejes de la reconstrucción han sido la hostelería de lujo, la explotación de la minería y sus recursos y la potenciación del sector industrial.
La sociedad tiene la sensación de que no importa la postura del Gobierno y de la sociedad civil. Y sobran argumentos para sus críticas:
- Gran parte de la reconstrucción, el 76% de los fondos europeos y el 98% de los fondos estadounidenses, ha ido a parar a manos europeas y estadounidenses, respectivamente.
Es decir, nada de favorecer el crecimiento del tejido empresarial en Haití.
- Solo el 1% de las ayudas de emergencia y el 16% de las ayudas de reconstrucción se han canalizado mediante el Gobierno. Mientras tanto, 170 mil personas viven en campos de refugiados, durmiendo bajo carpas; 56.000 personas está afectadas de Cólera, según Naciones Unidas, más de la mitad de la población mundial afectada por esta enfermedad; más del 80% de la población vive bajo el umbral de la pobreza...
Beneficios de la catástrofe en manos extranjeras.
“¡La carrera por el oro ha empezado!”, afirmó el embajador de Estados Unidos en Haití en un cable de febrero de 2010 desvelado por Wikileaks, un año después.
“La reconstrucción en Haití después del terremoto se ha convertido en una vasta operación de capitalismo del desastre, que no busca socorrer a las víctimas, sino servirse de la catástrofe para hacer beneficios”, describe Boumba, activista de base de una lista interminable de movimientos sociales.