lunes, 13 de enero de 2014

Opinión

La Importancia del Cambio Generacional



Hasta no hace mucho, en EEUU, negro y blanco eran conceptos opuestos. Universidades, bares, o incluso baños públicos, estaban claramente diferenciados por el color de la piel. Dichoso el destino, Obama es hoy en día Presidente. Los niños que nacen con el Yes, We Can nunca dudarán de la capacidad de un negro.


Charles de Gaulle fue erigido Presidente tras lograr el 78% de los votos en las generales de 1958. Una mayoría histórica. Sólo diez años más tarde irrumpe en Francia uno de los movimientos sociales más importantes de su historia moderna. El Mayo del 68 demostró a Europa que las cosas podían cambiar, y en muy poco tiempo. De Gaulle dimitió un año después.


En España, al contrario que nuestros vecinos galos, no hemos vivido demasiadas experiencias revolucionarias. En realidad, La Gloriosa de 1868 ha sido la máxima expresión de rebeldía nacional. No somos, históricamente, un país revolucionario. 

Pero la historia se hace.

Dicen que el cerebro humano, para evitar el colapso ante un entorno tan inmensamente complejo como es nuestro mundo, reduce el número de incógnitas que nos aflige diariamente. Sería agotador vivir en una constante nube de dudas. En lugar de eso, el ser humano reduce su noción de realidad a su presente, creyendo, en cierto modo, que ese presente tiene condición de eternidad. Esto explicaría, por ejemplo, que tras la muerte de Adolf Hitler, se produjeran numerosos suicidios colectivos en Alemania. Ninguno de los que creían con fe ciega en su figura imaginaban un mundo sin el Führer. Igual que en España sin Franco.

La siguiente generación, sin embargo, creció en la negación del Nazismo. He ahí el secreto. El cambio generacional. 

Nuestros padres, los que crecieron en la Dictadura, soñaban, igual que los jóvenes de hoy, con la mejora de sus expectativas. Pero su utopía consistía en la tranquilidad. Firmar la Constitución fue todo un logro. No podíamos pedirles, a los que habían sido educados para temer a los grises; callar sobre política, y comer poco y trabajar mucho, que llevaran a cabo una revolución jacobina. La mejora de sus condiciones de vida fue suficiente revolución. El bienestar adquirido limitó la profundidad de las reformas.

Ahora las reglas del juego han cambiado. Nuestra generación viene de la prosperidad, la libertad, y los derechos sociales. Tenemos nociones de Neoliberalismo, Capitalismo, Globalización... Sabemos también de la mentira de la Transición y la complicidad de la Monarquía con el sistema político, y sus fechorías, en todos estos años de Democracia. En nuestras cabezas está la certeza de que otra realidad es posible. Y en nuestras manos y gargantas la posibilidad de que esa otra realidad se haga efectiva. Además, esta vez, la llegada del bienestar no va a callarnos, porque ni siquiera se le espera. 

Por eso, a esos políticos que, haciendo gala de su indudable inteligencia, manejan el eufemismo como si de académicos de la RAE se tratara, les diría que los ciudadanos también sabemos usar las palabras. Por ejemplo, una "Crisis" es, por definición, una coyuntura de cambio. Por tanto, la nuestra, en España, es una situación cambiante. Si los cambios son profundos, súbitos y violentos, según la misma definición, pasa a denominarse "Revolución". Entonces ¿lo de el Gamonal es una revolución?. 

Si un domingo cualquiera, en alguna de las capitales del reino, la manifestación de turno sacara a las calles a 5 millones de personas, el asunto sobre el que se manifestaban sería considerado, ipso facto, de máxima gravedad para el Gobierno. No sería un caso Gamonal más, o una inofensiva Marea Verde. Puede que de algún titular periodístico, o quizás de la barbilla temblorosa de un Ministro, se dejara caer la palabra "Revolución". De cualquier modo, el Gobierno cedería ante las pretensiones, cualesquiera que fueran, paralizados por el miedo que provoca ver a la gente bajando a sus calles. 
La historia se hace. Yo invito a probar.


Miguel Ángel Gómez Laguna


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