La conciencia programada
El domingo ha sido tradicionalmente -o así nos lo hizo creer
Hollywood, no estoy seguro-, el momento ideal para la lectura pausada de la
prensa; la misa de las 12; la comida en compañía de la familia; el paseo por el
parque, y un sinfín de lo que, para muchos, serían banalidades, cosas de poca
importancia, poco dignas de un señor
domingo.
Porqué íbamos a preocuparnos planeando el día- y andando de
camino al parque- cuando tenemos una amiga en casa que nos hace el trabajo. Y
sin rechistar.
Sí, es la tele.
Ahora los dominicales perecen colgados en la puerta de los
kioscos, el cura se ha quedado solo. Ahora la gente tiene nuevos profetas, más modernos. Cristiano es
quien manda, o Belén Esteban, o casi cualquiera capaz de ser deificado por la
prensa sin morir en el intento. Esto no ha sido cosa de un día, llevan tiempo preparándonos
el domingo, pero es ahora cuando somos una tontocracia
suficientemente cualificada para disfrutar de ello.
Ayer, sin ir más lejos, conseguimos, gracias a nuestra
indudable preparación, olvidarnos de los muertos de Filipinas, de la puta crisis, y hasta del día en que
vivimos. Bueno, quizás en lo último me equivoque, era día de futbol.
¿Para qué molestar a
esas pobres personas con noticias hirientes y malos augurios?, pensarían
algunos. Para qué, pudiendo programar nuestra conciencia con un poco de fútbol,
unas motos, y algo de carnaza política intrascendente.
Esa conciencia ayer nos hizo felices lejos de la
realidad.
Miguel Ángel Gómez Laguna
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